domingo, 20 de enero de 2013

Estados del corazón.



I.
Nunca me han dado confianza las construcciones arquitectónicas hechas de madera y en especial los puentes. Nunca he entendido porque construyen algo de un material que se pudre con tanta facilidad habiendo materiales más resistentes e imperedeceros. A veces pienso que esta fobia que tengo a los puentes de madera es por el vértigo que tengo o quizás porque de pequeño mis padres me leyeron el cuento de los tres cerditos o quizás sólo sea porque mi corazón está hecho de madera y sé lo frágil y podrido que está y lo fácil que resulta romperlo.

II.
El anciano me agarró fuertemente del brazo mientras intentaba cambiarle el suero. Pude sentir el miedo en sus ojos cuando me preguntó: ¿Crees que voy a morirme ya? Mirándole fijamente a los ojos le dije: "Nadie se muere si tiene todavía una historia que contar". Con la mirada buscó por la habitación una silla vacía y me indicó que me sentara.
Una hora después oí los gritos de mis compañeras desde el pasillo. Cuando el médico certificó la muerte pensé que una parte de él seguiría por siempre viva en mí.

III.
Aquella madrugada había soñado que extendía mis brazos hacia el cielo e intentaba tocarte. La noche había sido demasiado larga y fría y la mañana me auguraba una buena migraña.
El café tardó, como siempre, demasiado en salir y, mientras lo hacía, aproveché para ordenar el piso y mi cabeza.
Un ibuprofeno y dos cafés después todo seguía igual de desordenado y yo miraba a través de la ventana, hacia el cielo, intentando, como en el sueño, tocar con mis dedos tu recuerdo.
Un avión cruzó el cielo dividiéndolo en dos, nunca el destino me pareció tan irónico.

IV.
Me puse las bambas y salí a correr, el viento frío me cortaba la cara y, a los pocos segundos, la piernas comenzaron a calentarse. La respiración entrecortada, la música sonando a todo volumen en los auriculares y cabeza saltando rápidamente de un tema a otro. A los diez minutos ya no había nada en que pensar; la mente era incapaz de mantenerse ocupada en ningún tema salvo en el de coordinar la carrera con la respiración.
No había nadie corriendo aquella fría mañana de domingo. La soledad, como el frío, también se me agarró a la garganta hasta casi dejarme sin respirar. Podrá haber parado, pero tenía que volver a casa y, aunque al final te duele todo el cuerpo, hay algo dentro de ti que te impide parar, algo que te obliga a seguir hacia delante y superarte. Algo que simplemente te dice que estas mejor sin pensar. El frío me cortaba la cara, pero ya no lo notaba.

V.
Este año he puesto dos pares de botas bajo el árbol; he sido tan bueno que no quiero arriesgarme a que no quepan mis regalos. Por tu parte he puesto sólo un zapato, todavía estoy decidiendo qué te mereces y qué no.

VI.
El otro día leía la noticia de una mujer belga que había conducido hasta Zagreb por un error del gps. El trayecto, que apenas tenía que durar dos horas, se convirtió en un viaje de más de dos días. La señora reconoció que estaba un poco despistada.
 Yo a veces también me despisto un poco y camino pensando en mis cosas y me pierdo en mi propio camino. Incluso hay días en los que hago la mitad de las cosas como un autómata mientras pienso que estoy en otro sitio, con otra gente. Hay días en los que me despierto de mi burbuja y me descubro escribiendo cosas como ésta. Y me doy cuenta de que estoy en casa y pienso que cualquier día os escribo desde Zagreb.

0 comentarios:

Blogger Template by Clairvo