sábado, 31 de agosto de 2013
jueves, 29 de agosto de 2013
miércoles, 28 de agosto de 2013
Tú siempre me regañabas por esa forma que tenía de poner los pies; por esa manía de girar las puntas hacia fuera y meter los talones. Yo siempre me defendía diciendo que era una herencia familiar; que mi padre ya lo hacía y que mi abuelo también. Y tú me decías que algún día me arrepentiría.
A veces, para burlarte de mí, cuando te preguntaba qué hora era, tú siempre, fuese la hora que fuese, me decías que eras las tres menos diez, haciendo referencia a la forma de poner los pies que yo tenía.
Cuando empecé a tener problemas en las rodillas tú me dijiste que ya me lo habías advertido y cuando comenzó a dolerme la espalda me dijiste que era normal, que fuese a un podólogo.
Ahora cada día a las tres menos diez me acuerdo de ti y me da por mirarme los pies y por preguntarme que estarás haciendo tú en ese lugar del mundo donde todo siempre es perfecto y el reloj marca las doce en punto. Quizás también pienses en mí y quizás a ti te de también por mirarte los pies y pensar que una vez más llego demasiado tarde.
Sólo te escribo para decirte que la otra tarde te hice caso y fui al podólogo. Me citó para ir a la noche en su casa y fui. Sólo quería decirte que desde entonces se han parado todo los relojes.
sábado, 24 de agosto de 2013
Desprovisto del puñal que poseyera.
No pretendo herirte más de lo herido
Ni pretendo que tú más me hieras.
Andamos. Aunque tú no lo creyeras;
Lo que nos pudo doler, ya nos ha dolido.
Lo que nos puede doler, aún nos espera.
Que sangren por yo saber que he usado
Mi puñal para hacer que tu dolor se abra.
Sabedor que de todas mis puñaladas
La que más te hirió fue mi palabra.
jueves, 22 de agosto de 2013
Cuando Dorothy despertó en su habitación en Kansas, al día siguiente, lo primero que hizo fue asomarse a buscar sus zapatos bajo la cama. No estaban. Ni siquiera Totó se escondía, bajo el viejo somier de láminas de madera, agazapado en una esquina como solía hacer.
Intentó afinar el oído; no había ni rastro de ningún ruido. Sin duda el tío Henry no andaba, como de costumbre, arreglando el vallado que los aire de Kansas rompían con tanta facilidad.
Por segunda vez volvió a mirar bajo la cama; nada.
Confundida, volvió a tumbarse sobre la cama y miró al techo buscando un indicio que le dijese que todo había sido verdad o no.
Por un momento cerró los ojos y suspiró. ¿Había sido aquello sólo un sueño? ¿Acaso no era más que un sueño?
Sobre aquella vieja cama, mientras el sol de Kansas entraba por la ventana enérgicamente, Dorothy dudó. Con las manos buscó en su cuerpo una marca que le indicase que el viaje había sido verdad. En uno de los bolsillos del vestido Dorothy encontró unos pequeños restos de paja y su corazón enseguida comenzó a latir rápido. No se paró a pensar que vivía en una granja llena de paja, ni siquiera que su tía lavaba su ropa - a veces por despiste, a veces a conciencia - con la ropa que su tío utilizaba para el campo. Ella simplemente pensó lo que quería pensar y se llevó aquellos pequeños restos de paja a la nariz y los olió. Pensó que en algún lugar el espantapájaros también pensaba en ella y sonrió.
Su tía desde la puerta de la habitación contempló la escena. "Ya no es una niña", pensó.
Aquel día, horas más tarde, Totó murió. Fue aquel día cuando Dorothy pensó que quería volver a Oz.
miércoles, 21 de agosto de 2013
El camino fue eterno: mamá no paraba de vomitar y María, la pequeña, no hacía más que llorar y preguntar que cuándo llegábamos.
Era sólo un fin de semana largo; tres días para despedirnos de papá y desconectar un poco de todo.
A cincuenta kilómetros de la ciudad - ¿lo recuerdas? - el coche se estropeó y tuvimos que bajarnos de golpe porque el capó empezó a echar humo. Un par de coches que pasaban por allá nos ayudaron a apagar las llamas y pudimos salvar todo el equipaje incluidas las cenizas de papá. ¡Qué momento!
Un coche de alquiler después, y seis horas más tarde, llegábamos al hotel. Fue allí, en aquel momento, cuando mamá se cayó y se rompió el tobillo. Una operación y tres días de ingreso.
Nunca olvidaré la cara de mamá cuando, pierna escayolada incluida, conseguimos llevarla a ver el mar. Recuerdo que exclamó que nunca había visto tanta agua junta y nosotros, al oírla, podíamos para de reír. Yo pensaba que me meaba de la risa y mamá con aquella tos hiposa que le entra, venga a reír, venga a reír.
Al final decidimos alargar las vacaciones y pasarnos allí dos semanas, para disfrutar.
Alquilamos un apartamento, algo lejos de la costa para que fuese más barato, e íbamos y veníamos a la playa con el coche de alquiler. La playa estaba siempre llena así que nunca encontrábamos el momento de tirar las cenizas de papá al mar. Y tanto ir y venir y tanto ir y venir a la playa, van un día y nos roban el coche con las cenizas de papá dentro. ¡Qué momento! Nos queríamos morir cuando pusimos la denuncia en la guardia civil, no sabíamos si llorar o reír. ¡Qué momento!
Qué raros fueron esos días: las vacaciones que se acababan, las cenizas de papá sin aparecer y la guardia civil diciendo que era cosa de bandas del este.
Volvimos a casa sin más y tú te cabreaste y nos dejaste de hablar.
Con el tiempo la Interpol nos dijo que habían localizado el coche en Croacia, pero ni rastro de papá. Luego nos llegaron noticias que si Venecia, que si Turquía, que si Sicilia...
Sólo espero que, esté donde esté, esté disfrutando del mar.
Y todo esto, ¿para qué?, te preguntarás. Todo esto, corazón, es para decirte que ha fallecido mamá y que mañana marchamos a Benidorm. Su última voluntad fue no parar de viajar.
martes, 20 de agosto de 2013
Se peinan con la gomina de la fama
Ante el foco de lo eternamente breve.
Se piensan que el tiempo no les puede,
Que es eterno el reloj que degranan.
Son primaveros mimados, hologramas
Que, en el efímero perfil de su relieve,
Piensan un simple pictograma:
La cámara nos mima, luego nos quieren.
Se piensan que es eterna la belleza,
Que es posible detener la braveza
Del tiempo con Instagram como quimera.
Se olvidan que el tiempo no se expande,
Que, parafraseando a la más grande,
Jamás duró una red social dos primaveras.
Te llevé por la calle de la amargura. Lo supe tarde.
Siempre pensé que acabada la calle promesa giraríamos por la calle de los besos robados hasta la esquina de la calle esperanza con plaza futuro. No fue así. En lugar de seguir por la calle progreso giramos, sin saber cómo, por el paseo del desengaño hasta la glorieta de la soledad. No nos dimos cuenta que se nos había quedado atrás la calle de la paciencia y que poco rastro quedaba de la calle de los amantes.
Hicimos aquella gran glorieta, la de los desamparados, y en el segundo desvío cogimos la calle del infierno hasta la esquina de los reproches. En algún momento, sin quererlo, caminamos por la calle de la amargura en dirección a la calle del olvido y allí, evidentemente, se separaron nuestros pasos.
Hoy te hago viviendo en otro país, en otra ciudad, en otra calle. Lejos, quizás muy lejos.
Sólo por si te interesa, sólo por si un día me buscas, que sepas que yo me cambié de calle. Desde que te fuiste estoy viviendo en la calle del recuerdo. Te lo digo sólo por si tú vives en la calle de la añoranza.
viernes, 16 de agosto de 2013
jueves, 15 de agosto de 2013
martes, 13 de agosto de 2013
lunes, 12 de agosto de 2013
Mañana sale a la venta... "Érase un hombre a una corbata roja atado". Un año de blog ahora en papel.
Infórmate mañana aquí como hacerte con un ejemplar.
sábado, 10 de agosto de 2013
jueves, 8 de agosto de 2013
A veces tus ojos desprenden una luz; una luz fuerte e intensa que ilumina todo lo que te rodea y otorga a todo ser u objeto un brillo especial. El otro día me di cuenta de que hay veces que brillan con mayor intensidad, de que hay veces que, de tanto brillar, adquieren un color único qué jamás había visto. ¿Sabes de lo que te hablo? ¿Tú también sabes a lo que me refiero? Sí, a eso. A eso mismo. Ves, ese es el brillo. Ese. Ese. Te voy a besar otra vez, quiero verlos de nuevo brillar.
Mi madre dice que todo esto que nos pasa ahora es porque se murió el tío Juan.
Publicado por . en 13:41Es verdad que estamos jodidos desde que el tío Juan se murió, pero digo yo que algún día mi madre tendrá que asumir que, más importante que eso, es el hecho de que mi padre desapareciera por la puerta hace dos meses y no hayamos vuelto a saber nada de él.
A veces me dan ganas de preguntarle a mi madre por mi padre, pero cada vez que voy a hacerlo me dan ganas de llorar y el corazón se me encoje en un puño hasta casi impedir respirar y me entra ansiedad y empiezo a llorar y me callo y no pregunto. Y pienso que es verdad, que nos ha sentado fatal la muerte de mi tío Juan.
0 comentarios: