Autoedité un libro pensando que iba a triunfar, no nos
engañemos. - Dejadme soñar. – Estuve durante más de dos meses juntando letras y
sentimientos y, como me pareció una tontería vender algo que en cierta manera
estaba ya dando gratis, me propuse que el libro tuviese dos alicientes para el
que lo quisiese comprar; el primero, escribí la quinta parte de “Tú eres maricón”
y el segundo, dediqué un capítulo a comentar uno por uno todos los textos que
están en el libro.
Podría parecer exhibicionista (¿más?) pero me apeteció que
aquellos que eran verdaderamente seguidores del blog tuviesen la oportunidad de
conocer el por qué algunos textos fueron escritos y para quién. A veces es
fácil imaginar si la historia es verdadera o no, sólo hace falta ponerle más o
menos ganas y el lector entrevé en la historia aquello que quiere ver.
En la caverna, la hoguera permite hacer sombras chinas con
las manos. La pared, ese gran lienzo en blanco, se dibuja y se desdibuja y el
espectador sonríe a veces sabedor de que eso es simplemente una sombra y otras
se deja llevar pensando que está viendo la realidad. “Vivir para contarlo”, esa
parte del libro que habla de los porqués y los para quién, no es el fuego, ni
la pared, ni las sombras, es las manos.
Autoedité un libro pensando que iba a triunfar y me
justifiqué diciendo que había vendido
dos ejemplares y que sólo tenía una madre. Nunca pensé que esto me fuera a dar
para comer; la gente que escribimos tememos que la inspiración marche como se marchan
los amores en los trenes del pasado, pero uno siempre mantiene viva la llama de
la esperanza de que un día, algún día, su libro lo habrá comprado más de una
persona, de cinco o de diez. Uno siempre mantiene viva la llama de la
esperanza, pero a veces esa misma llama no proyecta nada en la pared de tu propia
caverna y a uno sólo le queda esbozar una sonrisa y preguntarse si ese vacío es
la realidad y pensar que, sea realidad o ficción, uno no puede hacer otra cosa
que vivir; vivir para contarlo.
Ahora está en tu mano convertir esas sombras en realidad, cómpralo.
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