sábado, 31 de agosto de 2013

Vivir para contarlo.



Autoedité un libro pensando que iba a triunfar, no nos engañemos. - Dejadme soñar. – Estuve durante más de dos meses juntando letras y sentimientos y, como me pareció una tontería vender algo que en cierta manera estaba ya dando gratis, me propuse que el libro tuviese dos alicientes para el que lo quisiese comprar; el primero, escribí la quinta parte de “Tú eres maricón” y el segundo, dediqué un capítulo a comentar uno por uno todos los textos que están en el libro.

Podría parecer exhibicionista (¿más?) pero me apeteció que aquellos que eran verdaderamente seguidores del blog tuviesen la oportunidad de conocer el por qué algunos textos fueron escritos y para quién. A veces es fácil imaginar si la historia es verdadera o no, sólo hace falta ponerle más o menos ganas y el lector entrevé en la historia aquello que quiere ver.

En la caverna, la hoguera permite hacer sombras chinas con las manos. La pared, ese gran lienzo en blanco, se dibuja y se desdibuja y el espectador sonríe a veces sabedor de que eso es simplemente una sombra y otras se deja llevar pensando que está viendo la realidad. “Vivir para contarlo”, esa parte del libro que habla de los porqués y los para quién, no es el fuego, ni la pared, ni las sombras, es las manos.

Autoedité un libro pensando que iba a triunfar y me justifiqué diciendo que  había vendido dos ejemplares y que sólo tenía una madre. Nunca pensé que esto me fuera a dar para comer; la gente que escribimos tememos que la inspiración marche como se marchan los amores en los trenes del pasado, pero uno siempre mantiene viva la llama de la esperanza de que un día, algún día, su libro lo habrá comprado más de una persona, de cinco o de diez. Uno siempre mantiene viva la llama de la esperanza, pero a veces esa misma llama no proyecta nada en la pared de tu propia caverna y a uno sólo le queda esbozar una sonrisa y preguntarse si ese vacío es la realidad y pensar que, sea realidad o ficción, uno no puede hacer otra cosa que vivir; vivir para contarlo.

Ahora está en tu mano convertir esas sombras en realidad, cómpralo.

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