miércoles, 28 de agosto de 2013

Tres menos diez.


Tú siempre me regañabas por esa forma que tenía de poner los pies; por esa manía de girar las puntas hacia fuera y meter los talones. Yo siempre me defendía diciendo que era una herencia familiar; que mi padre ya lo hacía y que mi abuelo también. Y tú me decías que algún día me arrepentiría.
A veces, para burlarte de mí, cuando te preguntaba qué hora era, tú siempre, fuese la hora que fuese, me decías que eras las tres menos diez, haciendo referencia a la forma de poner los pies que yo tenía.
Cuando empecé a tener problemas en las rodillas tú me dijiste que ya me lo habías advertido y cuando comenzó a dolerme la espalda me dijiste que era normal, que fuese a un podólogo.
Ahora cada día a las tres menos diez me acuerdo de ti y me da por mirarme los pies y por preguntarme que estarás haciendo tú en ese lugar del mundo donde todo siempre es perfecto y el reloj marca las doce en punto. Quizás también pienses en mí y quizás a ti te de también por mirarte los pies y pensar que una vez más llego demasiado tarde.
Sólo te escribo para decirte que la otra tarde te hice caso y fui al podólogo. Me citó para ir a la noche en su casa y fui. Sólo quería decirte que desde entonces se han parado todo los relojes.

1 comentario:

  1. Nunca me importó demasiado que hora marcaban los pies hasta que me dejó.
    En aquel momento empecé a buscar todos las cosas que no me gustaban de él, que con la ceguera del amor no veía, y allí estaba su forma de caminar.
    Nunca le puse hora a una forma de andar, pero sabia que contra mas horas de gimnasio y de pesas que hiciera robándole tiempo a lo nuestro, aquello iba ir a peor.
    Hoy en día ya marca las nueve y cuarto. Yo sigo esperado a mi príncipe de medianoche

    Para Miguel ;)

    ResponderEliminar

Blogger Template by Clairvo