Cuando hago la cama es el momento del día en que más te echo de menos
porque esa parte estéril e intocada de la cama parece preguntarme por ti. Las
sabanas estiradas, la manta arremetida… Hay días que siento como tu parte de la
almohada me mira esperando a que le cuente cuándo vas a volver. Y yo no sé que
decir.
El resto de tus ausencias me duelen; la mitad de los libros,
de los dvd’s, de los cd’s, el vacío del armario… Pero es al hacer la cama
cuando noto que el vacío que dejaste se hace más grande. Con otros, quedo para
tomar café; con otros, hablo; con otros, río, pero sólo contigo deshacía esta
cama que ahora se empeña en permanecer medio hecha.
Por la noche, cuando estoy a punto de acostarme y la cama
está hecha, tengo la sensación y la esperanza, de que en cualquier momento vas
a entrar por la puerta de la habitación a rebuscar tu pijama bajo la almohada y
a meterte entre las sabanas a esperarme, mientras yo me desnudo poco a poco y
me voy mirando en el espejo, pero últimamente nunca pasa eso. Y tu parte de la
cama me mira vacía, fría y estirada a la espera de que tu cuerpo la llene.
Aun hay noches en las que me despierto de madrugada echando
mano al colchón y a la memoria y sólo encuentro tu vacío.
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