domingo, 27 de enero de 2013



Cuando hago la cama es el momento del día en que más te echo de menos porque esa parte estéril e intocada de la cama parece preguntarme por ti. Las sabanas estiradas, la manta arremetida… Hay días que siento como tu parte de la almohada me mira esperando a que le cuente cuándo vas a volver. Y yo no sé que decir.

El resto de tus ausencias me duelen; la mitad de los libros, de los dvd’s, de los cd’s, el vacío del armario… Pero es al hacer la cama cuando noto que el vacío que dejaste se hace más grande. Con otros, quedo para tomar café; con otros, hablo; con otros, río, pero sólo contigo deshacía esta cama que ahora se empeña en permanecer medio hecha.

Por la noche, cuando estoy a punto de acostarme y la cama está hecha, tengo la sensación y la esperanza, de que en cualquier momento vas a entrar por la puerta de la habitación a rebuscar tu pijama bajo la almohada y a meterte entre las sabanas a esperarme, mientras yo me desnudo poco a poco y me voy mirando en el espejo, pero últimamente nunca pasa eso. Y tu parte de la cama me mira vacía, fría y estirada a la espera de que tu cuerpo la llene.

Aun hay noches en las que me despierto de madrugada echando mano al colchón y a la memoria y sólo encuentro tu vacío.

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