Hoy he
tenido fiesta en el trabajo y he cogido el coche sin dirección a ningún lugar.
Cuando iba por la autopista, aquella que va por la costa, he recordado cuando
íbamos a aquella pequeña cala en Palamós y he cogido el desvío hacia la
nacional.
El sol
estaba pletórico y he bajado la capota del coche para que el viento me quitase
de la cabeza esa idea de agobio que empezaba a rondarme.
Sin saber
por qué el coche ha empezado a perder velocidad e inevitablemente se ha parado
en la cuneta a la altura del mirador de Sant Martí. ¿Recuerdas las vistas tan
fantásticas que hay desde allí? Esta mañana estaba el sol en lo alto y desde
allí se veía el mar azul tranquilo a mis pies, una suave brisa acariciaba mi
cara y ningún ruido se atrevía a romper la tranquilidad. Hasta las olas rompían
con calma contra las rocas.
Me he quedado
un rato allí, mirando el paisaje, y sin querer he recordado aquella mañana en
que tú y yo, en aquella misma playa, compartimos toalla, sol y conversación.
Fue aquella mañana cuando te dije que tus ojos tenían el mismo color que el
mar, aquella mañana cuando nos besamos por primera vez con sabor a salitre.
Durante un
segundo una mueca me ha cruzado la cara, lo justo para que un montón de
imágenes viniesen a mí en forma de flashes. Tú boca, el sol, la playa, mi
coche, la paella en Palamós, las risas por el vino, tu casa, el sudor, el sexo,
tu lengua pasando suave por mi espalda, la vida parándose alrededor de aquella
cama, el ruido de la puerta al abrirse, tu marido, los gritos, mi ropa, la
puerta.
No he podido
hacer otra cosa más que sonreír y mientras lo hacía un coche azul del color de
tus ojos se detenía detrás del mío.
He mirado el
paisaje por última vez antes de girarme en dirección al hombre que se bajaba
del coche. "Ya estamos, - he pensado - otra vez otros ojos azules
invitándome a su casa". Nada más bajarse del coche el chico ha parpadeado
un par de veces nada más verme. "Ya estamos, - he pensado - otra vez otra
historia que empieza con flashes".
0 comentarios: