jueves, 23 de agosto de 2012

La niñera


La primera vez que hice pellas fue cuando tenía nueve años. Me pasé la mañana jugando a los videojuegos en un salón recreativo que había a dos manzanas de donde vivía y, cuando calculé que era la hora de salir de la escuela, me fui hacia casa como si tal cosa. Cuando llegué mi madre me esperaba con los brazos en jarras; el director de la escuela le había avisado. Se armó una buena en casa; cuando mi padre llegó del trabajo me castigó en mi cuarto sin salir. Fue por eso por lo que me perdí el estreno de “Indiana Jones y la última cruzada” que tanta ilusión me hacía ver. Para castigarme más todavía, mis padres llevaron al cine a mi hermano Leo y a mí me dejaron con Carla, la chica de dieciséis años que cuidaba a veces de mi hermano y a mí.Carla era la chica pelirroja que venía a casa leer y a pintarse las uñas mientras mis padres estaban fuera, cobrando trescientas pesetas la hora y con la que manteníamos un pacto de silencio; nosotros hacíamos lo que queríamos y ella también si nadie se chivaba a mis padres.

Aquella noche, la noche en que me quedé castigado por hacer pellas, sin saber por qué, Carla rompió las reglas y me dejó sin salir del cuarto durante toda la noche. Me enfadé mucho con ella, así que yo la maldije una y otra vez y me prometí, que cuando llegasen mis padres, les contaría nuestro pacto, mientras deseaba con todas mis fuerzas que Carla se muriera. Vaya si lo hizo. Cuando mis padres regresaron del cine con mi hermano encontraron el cadáver de Carla degollado en el sofá. Sólo le había dado tiempo a pintarse seis uñas. Aquella fue la última vez que mi hermano y yo tuvimos niñera.

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