Querido Ramón:
Me ha sorprendido la seriedad de tu carta, no me tienes
acostumbrado a eso. De todos modos, debo decirte que estoy un poco mejor y, de
primeras, te pido disculpas porque esta vez mi carta haya tardado tanto en
llegar hasta a ti, pero estoy fuera de casa y acabo de leer tus letras gracias
a que mi adorable vecina, la Sra. Klint, me las ha reenviado hasta la orilla de
esta playa desde la que hoy te escribo.
Quiero explicarte el paisaje, cierra los ojos. Imagínate una
playa de arena fina y casi blanquecina, un mar azul turquesa que se mece
tranquilo, un cielo azul clarito y una suave brisa que me acaricia el cuerpo
como queriendo abrazarme. Imagínatelo, Ramón. Cierra los ojos, así suavito, sin
apretarlos, e imagínate que estás aquí a mi lado cogiéndome la mano, sonriendo
con esa sonrisa picarona que siempre tienes y sintiendo todo esto que te
cuento. El viento nos acaricia y mece ese flequillo liso y ligeramente
engominado tuyo, mientras un escalofrío nos recorre la espalda. Sólo sentimos
el calor en la mano que nos sujetamos fuertemente el uno al otro. Ay, Ramón...
Tuve que salir de casa. Disculpa que no te avisara, pero
tuve que poner tierra por medio a todo lo que estaba pasando y pensé que, qué
mejor que una isla para un náufrago como yo. ¿Recuerdas que mi frase de
WhatsApp es “he sido náufrago en islas menos pobladas”? Pues eso, aquí estoy,
descubriéndome a mí mismo como un Robinson a la deriva, sin internet, sin
Facebook, sin WhatsApp. Dejando que los días pasen sin importarme no tener
noticas de nadie, sin importarme que tan o cual contacto va desapareciendo
pantalla abajo en el móvil porque no me escribe un mensaje.
No me siento solo, ahora ya no. He venido a esta playa
buscándome a mí mismo cansado de buscar a un Sr. Wilson con el que hablar para
evitar hablar conmigo. Da miedo enfrentarse a la soledad, da miedo enfrentarse
al futuro. Da miedo mirar hacia delante y pensar que el futuro es esto y nada
más, cuando en verdad el futuro es lo que uno desea para sí mismo. Confundo
futuro con urgencia, me decía a mi mismo el otro día y me daba cuenta que vivo
con esa inercia de la vida que tanto me gusta y que me caracteriza, pero
sabedor también de que a veces hay que hacer un alto en el camino.
Y aquí estoy, haciendo un alto en el camino, comprendiendo,
desde esta playa de arena fina y casi blanquecina, que aquí hay ciertas cosas
que no tienen importancia y cosas que sí que deben tenerlas. Aquí no hago otra
cosa que pensar porque tampoco hay mucho que hacer. La isla es inmensamente
grande: tengo kilómetros de playa para mí, para pasear para sentir como la
marea va subiendo y bajando y a veces, sólo a veces, me moja los pies. Tengo
tiempo para pensar en mí, para descubrirme sonriéndole al pasado o al futuro,
para sosegar mis nervios presentes, para respirar, para correr en círculos en
esta isla desértica donde si trato de huir de mis problemas siempre me
descubro, por mucho que huya, en el mismo punto.
¿Sientes el calor de sol como nos calienta la piel? Aquí
seguimos tú y yo de pie, cogidos, sintiendo el calor en la mano y notando como
poco a poco el frío deja de sentirse para irnos sintiendo calentados por el
sol, por tu sol. El aire huele a salitre, las olas resuenan tan cercanas que
nos da la impresión que en una de estas se nos mojaran los pies y tú te reirás
escandalosamente mientras te agachas a coger algo de agua con la mano y a
lanzármela para hacerme pasar de la sonrisa a la carcajada.
Estás aquí, Ramón, conmigo y lo siento. Siento como desde tu
casa vas picando las letras en el teclado de tu ordenador impulsadas por ese
corazón enamorado que tienes y que se preocupa por mí y siento como el viento
me trae el sonido de tus palabras hasta aquí. No te preocupes, Ramón, estoy y
estaré bien.
Una vez oí decir a Bon Jovi que todo hombre era una isla y
es verdad, sólo en la soledad de tu isla puedes valorar la compañía de los
demás. Cada hombre es una isla sola en medio del pacífico, con islotes o
formando archipiélagos. Da igual, una isla al fin y al cabo. Una isla que tiene
la esperanza de que algún día, tarde menos o tarde más, la tierra se moverá
sabiendo que nunca me sentí a mí mismo tan arraigado.
Un beso fuerte, querido Capote.
Tuyo siempre
J.Tello
* Ramón Capote es el autor de http://pasivasygolosas.blogspot.com.es/2013/04/post-2-post-4a.html
, blog donde podéis leer la segunda carta que motivó este texto.
0 comentarios: