domingo, 14 de abril de 2013
Empiezo a notar que los días toman una cierta importancia, unos por unas cosas o otros por otras, y tengo la sensación de que debería empezar a anotar en la memoria ciertas cosas antes que mi mala cabeza desvirtue sin piedad los acontecimientos. Me cuesta recordar y es en esa amnesia cerebral donde creo que debo empezar a hacer pequeñas muescas en la pared que sean imposibles de borrar con el tiempo, consiente de que hay cosas que no se deben olvidar y de que hay momentos que deben quedar marcados a fuego. No quiero condenar todo a mi inmenso caos del recuerdo y la mala memoria.
No sé cómo lo debo hacer, quizás tenga que aprender a memorizarlo todo como cuando era pequeño y me aprendía los ríos o las montañas del tirón. Lo malo que le veo a eso es que como se me olvide un acontecimiento me encallaré y se me olvidará inevitablemente del resto, como me pasaba con los ríos o las montañas.
Quizás lo que deba hacer es aprenderme los acontecimientos igual que los bailarines se aprenden los pasos de una coreografía; el uno, el dos, el tres... Assemble, balance, croise derriere... Y dejarme fluir, como bailarín, en esa atmósfera de baile, seguro de que estoy haciendo lo que quiero y lo que debo. Y seguro de que eso me hará no olvidar nada y podré recordar a posteriori todos los pasos mientras suene la música.
Quizás tú, que me conoces tan bien, me vas a decir que la música ha dejado de sonar, lo sé. He sido muy feliz bailando contigo nuestra canción. E incluso este silencio hace ahora más bella aquella melodía y eso no debo olvidarlo.
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Yo también he sido muy feliz.
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