Tengo ganas de devolver. Llevo todo el día con el estómago
revuelto y esa sensación de estar y no estar que no me caracteriza. La vida se
tiñe de futuro y asusta porque tiene uno la sensación que corre hacia delante
sin moverse ni siquiera del sitio. Ya no se trata de avanzar, se trata de no
caerme de donde estoy, de intentar mantener el equilibrio como un elefante de
circo sobre una gran pelota de goma, mientras alguien grita: “Pasen y vean”.
El foco me ilumina a mí, pero es esa misma luz, tan
cegadora, la que lo convierte todo en tinieblas mientras vago por ese gran
laberinto que es ahora la vida. No me centro en nada porque no me centro en mí
y las letras se me escapan de las manos y me da miedo que esto se convierta en
el triste diario de una marica pseudoadolescente en lugar de lo que sea que
estaba siendo. Es muy fácil escribir sin decir nada, demasiado fácil, y, aunque
no mezclo la realidad con la ficción, sí que me entran ganas de hilvanar
tranquilidad con el futuro y coserle a la realidad un par de plomos para que no
vuele, pero las letras, lo mismo que la vida, se empeñan en encallarme es este
laberinto sin salida.
Nadie dijo que fuera fácil, pero yo, que confundo futuro con
urgencia, creo que así lo pensé, sin entender que el peor enemigo de todos es
ese yo mismo que quiere lo que quiere y lo quiere ahora. Respiremos; uno, dos,
tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro.
Yo siempre había oído y dicho aquello de que para salir del
laberinto primero es necesario perderse en él. Pues, hale, ya estoy perdido,
ahora sólo me queda tomarme con calma la búsqueda de la salida y eso me va a
costar bastante: Nunca se me dio bien ubicarme, ni destaqué por tener suficiente
paciencia. Quizás sea cuestión, como dicen, de disfrutar del viaje o de resignarse
a él.
Querido sufridor,
ResponderEliminarComo consejo medicinal te revelo que cuando el vertigo nubla la vista y los nervios destruyen por dentro, lo preciso es sentarse, deternerse y coger aire. El suficiente aire que oxigena. Ya que en exceso empacha, atiborra e indegesta.
A duras penas, tienes que obserbar lo ha caido para levantarlo sin prisas.
Que bueno sería poder escoger cuanto y cuando debemos sufrir.
No pretendo para nada, darte lecciones. Pero sí un poco de calma y calidez. Para saborear la luz, debemos conocer la oscuridad.
Un abrazo BloggerMate ;-)