sábado, 16 de febrero de 2013

El quinto.



En el verano de 1958 mi abuelo, un hombre del sur de España, viajó a Liverpool para trabajar. Su padre, mi bisabuelo, había trabajado durante años las tierras de un lord inglés y pensó que sería bueno enviar a su hijo al extranjero a ganarse la vida. Fue el uno de enero de 1958 cuando, maleta en mano, mi abuelo llegó a Liverpool dispuesto a comerse el mundo.

Sabía poco de trabajo, poco de mujeres y mucho de garabatear papeles haciendo algunos retratos que luego intentaba vender sin éxito alguno. Para intentar que su dibujos se vendieran mejor, dejó de firmarlos con su verdadero nombre, Martín, y comenzó a firmarlos utilizando el seudónimo de Stuart. Nombre que desde entonces acabó utilizando toda su vida.

Según me contó, fue a principio de 1959 cuando, estando una noche en un bar, se hizo amigo de un chico llamado John, con él que llegó a tener muy buena amistad. Por aquel entonces John tenía una banda de música, como todo joven en Liverpool, y animó a mi abuelo a unirse a ellos. Con las 65 libras que mi abuelo cobró al vender su primer cuadro se compró un bajo y se unió a la banda, convirtiéndose en el quinto músico.

Durante dos años mi abuelo hizo ver en todas sus actuaciones que tocaba el bajo porque, según palabras textuales de mi abuelo, por aquel entonces era mejor tener un bajista que no supiese tocar que no tener bajista. Pero en 1961 mi abuelo se cansó de fingir que sabía tocar el bajo y decidió volver a su verdadera vocación, por lo que abandonó el grupo y regresó a su casa en España y a la pintura.

Fue estando mi abuelo casado y esperando su primer hijo, cuando recibió una carta de su amigo John con la noticia de que la banda había grabado su primer single, “Love me do”, y de que se habían cambiado el nombre. Para mi abuelo seguirían siendo por siempre "Long John and the Silver Beatles”, el resto del mundo les conocería como “The Beatles”. Mi abuelo fue el quinto Beatles.

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