Hace dos días me llamó tu madre. Comenzó con un “¿Qué tal?
¿Cómo estás?” que me dejó un poco descolocada, pero luego, poco a poco, fue
tejiendo su discurso hasta llegar donde quería llegar. No le costó nada decirme
puta y te puedo asegurar que lo hizo con la boca bien grande y bien abierta.
Que si yo era una tal, que si yo era una cual, que si ella me había regalado aquella
mantelería del Corte Inglés, que si las sábanas de seda eran suyas, que si el
edredón se lo tenía que devolver... A punto estaba de colgar, cuando la
conversación llegó dónde tu madre quería que llegase; me pidió el anillo de tu
abuela, aquél que me regalaste cuando nos prometimos, aquél del diamantito
pequeño, ¡Aquél! Me dio tanta rabia que me lo pidiese que, por temor a perderlo,
me lo tragué. Si, me lo tragué. A palo seco y sin agua. Esófago abajo. Hoy he
ido a la oficina de correos y le he mandado un paquete a tu madre. Dentro de él
está el anillo. No temas, tu madre sabrá como encontrarlo, de sobras sé lo que
le gusta a ella remover la mierda.
martes, 4 de diciembre de 2012
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Jajaja...qué bueno...buenísimo!
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