Últimamente me preguntan mucho cual es mi oficio y yo bajo
la cabeza tímidamente y les contesto con el primero de los tres títulos
oficiales que tengo. Lo del resto, lo que no da de comer, me lo callo, porque
es como si no existiera o no importara, porque eso sólo alimenta el espíritu y,
no nos confundamos, eso ni mantiene ni paga la hipoteca.
A veces pienso en por qué esto me persigue, por qué después
de veinte años sigo garabateando hojas en blanco con versos que parecen
suspiros, con poemas cosidos con mis hilos y con textos que parecen jirones. A
veces me pregunto si meterme en todas esas pieles que he habitado, a base de la
única mentira que está permitida, me ha servido de algo, si me servirá de algo,
si me está sirviendo de algo. A veces me pregunto si esto está formando
verdaderamente parte de mi currículum o si por el contrario también forma parte
de esa extensa lista de “quizás” que viene después de la pregunta de marras
sobre mi oficio.
Mi oficio. ¿A qué me dedico? ¿Cómo le explicas a alguien que
igual escribes un verso que tecleas horas y horas miles de palabras frente a un
ordenador, que a veces te quitas la corbata para ponerte otro traje y que hay
días que curas una herida; a veces con una palabra y otras sólo con yodo?
Mi oficio quizás sea meterme en otras vidas. Empecé a
escribir porque le cogí el gusto a eso de meterme en otras vidas y ahora, en
las puertas de la tarde de tu presencia, escribo todo esto para decirte que me
he metido muchas veces en tu vida; a veces de tu mano y otras solo en mi cabeza.
Y no lo hice por curiosidad ni por morbo, sino sólo por esa sensación de sentir
lo que tú y otros sienten, por esa curiosidad primigenia que me surgió la
primera vez que puse una letra al lado de otra letra con la intención de, ya ni
siquiera transmitir, sino de sentir.
Últimamente digo mucho eso de que un día recordaremos todo esto
y nos reiremos y lo digo sólo con esa angustiante esperanza de que todo cambie
algún día. Sólo con la angustiante esperanza de que algún día cuando nos vayamos
a dormir en la más consciente de nuestras realidades, cerremos los ojos y
esbocemos una pequeña sonrisa al pesar que todo ha pasado, sin la necesidad de
que otras vidas vengan en forma de verso a edulcorar nuestra realidad, sino que
vengan para convertir una afición en oficio.
emoción compartida...
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ResponderEliminarYo también me he preguntado a que te dedicas.
ResponderEliminarYo me voy a dormir cada noche con una sonrisa (o una lágrima) por tu culpa.
Gracias