miércoles, 25 de diciembre de 2013

Una navidad diferente.


Michael Waet se levantó aquella mañana de navidad como si fuese una más. Comenzó su rutina de ejercicios, intentó realizar algunas flexiones, sacó del armario la goma elástica… No lo hacía para quemar la cena del pavo de la noche anterior, cuyo sabor aún le parecía tener en la boca, no. Lo hacía simplemente porque aquella, por extraño que a otros les pudiese parecer, para él, era una mañana más. 
Evidentemente también estaba aquello de que, como a él le gustaba decir: <<tampoco podía hacer mucho más “mientras los demás duermen”>>, así que comenzar el día con su rutina de ejercicios era casi una necesidad para ocupar su tiempo más que una obsesión. 

Cuando acabó de entrenar, se acercó al gran ventanal frontal y desde allí miró hacia fuera. Mil veces se había dicho la noche anterior que no lo iba a hacer, pero sin saber cómo acabó con su dedos en el frío cristal mirando como la oscuridad lo inundaba todo fuera. No pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla mientras se nublaba ante él aquella oscuridad. Mira que lo había intentado evitar, mira que se había dicho a sí mismo que no lo iba hacer, pero el frío del cristal en la punta de sus dedos le hizo ponerse triste y pensar cual lejos estaba de todos y de todo. Se sentía sólo. 

Pensó si en alguna parte del planeta alguien se acordaría de él, si en algún momento alguien, como él, habría puesto los dedos en el cristal y habría mirado hacia él. 

No se permitió llorar más, cabizbajo, caminó hacía la despensa y de allí sacó el último sobre de café con leche que le quedaba. Lo había guardado durante dos meses aún y a pesar de lo que le gustaba el café y lo difícil que era para él para el día sin tomar. Se lo preparó como tantas otras veces había hecho y se sentó en el asiento que estaba frente al gran ventanal. 

En el panel de mandos introdujo el código de desbloqueo, envió el mensaje de buenos días a la tierra y seleccionó en el reproductor la primera de las veinte canciones que había escogido para aquella misión espacial. A través de los altavoces de la estación espacial comenzaron a sonar los primeros acordes de la canción y el no pudo hacer otra cosa más que llevarse la taza a los labios y saborear el café. 

Mirando a través del ventanal dejó que sonase la canción hasta el final, ni siquiera se atrevió a tararear.






1 comentario:

  1. Supongo que Michael no será el único que haya sentido el frío cristal, la oscuridad y la soledad en este tiempo. En cualquier caso, gracias por el relato. Seguro que entra las 19 canciones restantes, alguna acaba siendo tarareada...
    Felices Fiestas!!!

    ResponderEliminar

Blogger Template by Clairvo